Cuando terminé de escribir Pero sigo siendo el rey, supe que de verdad yo era un novelista. Quiero a todas mis novelas, pero a ella vuelvo cuando quiero recordar cómo contar lo más duro y que suene a broma, y en la mitad de la sonrisa se te desatornille una lágrima. Me marcó tanto que, aunque en estos años he esbozado media docena de novelas para seguir hablando del detective Arregui, mi Marlowe donostiarra, no había terminado ninguna. No lo dejé caer en el olvido porque él no me lo hubiera permitido. Y yo que tú, no cabrearía a Txema. Por eso ha tenido papeles en En el cielo no hay cerveza, o en Cracovia sin ti, además de en varios relatos. No lograba dejar atrás Pero sigo siendo el rey. Hace unos meses, cuando mi editor me propuso volver a publicarla, la releí con detenimiento.