Pocas figuras en la Historia de España han despertado tanta controversia como Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III Duque de Alba. Admirado por unos y temido por otros, representa como nadie el espíritu de aquellos grandes generales que empujaron al Imperio español a lograr sus mayores éxitos militares y le otorgaron la supremacía continental.
Durante su dilata carrera militar desempeñó importantes cargos de la máxima responsabilidad en representación de la Corona Española a lo largo y ancho de todo el continente. Los diversos acontecimientos políticos que se sucedieron le llevaron uno tras otro a los destinos más comprometidos donde España pugnaba por lograr la ansiada hegemonía. Ostentó los cargos de gobernador del ducado de Milán (1555-1556), virrey del Reino de Nápoles (1556-1558), gobernador de los Países Bajos (1567-1573) y virrey y condestable del reino de Portugal (1580-1582). Francia, Centroeuropa, el Norte de África, Alemania, los Países Bajos o Portugal fueron los principales escenarios donde su talento militar brilló con luz propia, aunque no serían los únicos.
Allí donde había un rival de España allí se encontraba el duque de Alba para combatirlo.
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