La isla de Chipre reúne muchas de las esencias del Mediterráneo; por un lado, las playas vírgenes de la península de Karpas, en el norte, los mosaicos de Pafos, en el sur, la ciudad de Nicosia, con su arraigada tradición histórica, las mezquitas, las numerosas iglesias ortodoxas, la cocina mixta mediterráneo-oriental... por el otro, la cicatriz del conflicto turco-chipriota que divide su capital. Pero no sufra el viajero, Chipre sigue respirando el sosiego y la serenidad propia de una isla, y la historia reciente no ha logrado borrar las huellas que los fenicios, griegos, romanos, árabes, cruzados, genoveses, turcos e ingleses dejaron a su paso.