Puede haber pocas dudas de que, aunque ya llevaba una larga carrera militar a sus espaldas, Fernando Alvarez de Toledo es principalmente conocido a nivel europeo por su período de mando en los Países Bajos. Enviado allí inicialmente para poco tiempo, debió pasar seis años desempeñado una labor política para lo que no estaba preparado. Como general demostró su destreza venciendo a los rebeldes protestantes en Jemmingen y en Jodoigne, recuperando Mons, saqueando Malinas o haciendo que su hijo Fabrique tomara Haarlem. Sin embargo, como gobernador debió enfrentarse al complicado y cambiante juego de alianzas que desde siempre había caracterizado la política centroeuropea. Y para empeorar aún más las cosas se le hurtaron los recursos financieros con los que poder llevar a cabo su labor, teniendo que recurrir a la imposición de impuestos manu militari. Todo ello y el hecho de tener que actuar como "brazo ejecutor" de las órdenes de Felipe II a la hora de aplicarles el castigo a los rebeldes, le granjeó el odio de la población autóctona y la visión que se ha proyectado de él como hombre sanguinario y cruel, aunque sus enemigos actuaron de manera similar o incluso peor en algunos casos. Dicho lo anterior, en las páginas de esta tercera parte que al estudio de sus campañas dedica la colección Guerreros y Batallas, encontrará el lector toda la información necesaria para valorar en su justa medida la figura de uno de los grandes generales de la historia de España.