Ariel despierta, sola.
Su esposo parece haberse ido, sin avisar, sin dejar una nota, sin contestar su móvil. ¿Salió a correr y lo asaltaron? ¿Secuestrado? ¿Asesinado? ¿Podría ser secretamente un estafador, un traficante de drogas? ¿Un espía? ¿Tal vez se acobardó con este matrimonio y la dejó? Comienza por consultar al personal del hotel, luego a la policía, después a la embajada de Estados Unidos, y cada vez se enfrenta a más preguntas que no puede responder: ¿A qué vino exactamente John a Lisboa? ¿Quién querría hacerle daño? ¿Cómo es que Ariel sabe tan poco sobre su nuevo esposo? ¿Por qué la arrastró en su viaje de negocios? Recorre las antiguas calles, cada vez más frustrada, desesperada, al borde del colapso. De pronto, una motocicleta chirría al detenerse a su lado, el conductor le arroja algo y desaparece. Es un móvil. Está sonando.
Los minutos y las horas vuelan, a Ariel ya no le queda casi tiempo y no tiene más remedio que recurrir a la única persona que jamás querría volver a ver.