Espinal Solano ve en las vivencias familiares el oro de la condición humana, al modo de una Natalia Ginzburg en cuyo léxico familiar brillasen la música, el gusto por la farándula, el show y las ansias de protagonismo escénico esparcidas por una vida cotidiana hecha de rituales domésticos y frases repetidas mil veces. Y, por debajo de todo ello, la intimidad, la cruda verdad humana, la ternura.
Edición a cargo de Sabina Urraca
Ya nadie canta despliega el pasado y el presente de una familia que ha dedicado su vida a la música ligera y el espectáculo. Este libro nos abre las puertas de una casa en la que los personajes deambulan por sus quehaceres diarios sin despegarse del todo de los brillos, las lentejuelas, los destellos de los focos. La escritura de Manuela Espinal Solano es una mirada privilegiada sobre la condición humana, un registro de la más pura memoria -acoso ficción- que conduce a la gran meta del olvido.