AA.VV
Teníamos que hacerlo. Con el anterior libro de Huelva, la ruta de las palabras se cubrió ochenta veces la provincia en sus identidades, verdades, nostalgias, historias y costumbres, y nos pareció que todo quedaba dicho y hecho. Pero no habíamos acabado la obra, existe otra alma oculta no descrita y casi olvidada que está en nuestras fibras. Teníamos que hacerlo, teníamos que tratar de la sentimentalidad y el corazón de ese otro mundo formado por lugares pequeños, núcleos que parecen desordenados, aldeas perdidas, pedanías, entidades locales autónomas, poblaciones casi sin nombre, donde persiste la vida a pesar de las inclemencias y de los vacíos. A esos pueblos (que no son municipios) nos referimos en esta configuración etnográfica.
Este es el resultado pasional de más de cien sociedades ocultas traídas a la luz por su propia gente, por los latidos y las adversidades de la tierra que aman, seres apegados a la franqueza, al dolor y al placer que produce pertenecer a lugares tan originales como estos donde pocos pueden decir que nacieron y muchos se pasan la vida presumiendo de ser nativos, con todo orgullo.