La Armada española fue a Trafalgar arrastrada por decisiones políticas, que la sobordinaron a los dictados de Napoleón, sin existir un interés nacional propio. Trafalgar fue, sobre todo, un desastre político. No fue la muerte de la Armada española. Esta moriría años más tarde, con sus barcos hundidos en los arsenales por falta de carena y por el abandono y la incomprensión de la propia nación española.