LA CALLE DEL PUCHERO

LA CALLE DEL PUCHERO

Editorial:
Editora OQO
Año de edición:
Materia
Infantil Ilustrado
ISBN:
978-84-9871-486-9
Páginas:
40
Encuadernación:
Cartoné
Colección:
COLECCIÓN O
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En la calle del Puchero
estaba llorando un niño.
Aquel llanto puso
de un humor de perros
al vecino de abajo.
El vecino de abajo
pegó un zapatazo en el suelo
y le pisó el rabo a su gato.

A partir de este incidente, las rutinas y hábitos cotidianos del vecindario se alteran y, siguiendo el mismo efecto que la caída de fichas en el dominó, los contratiempos se concatenan uno tras otro, propagando un ambiente hostil por el barrio.

El gato cae encima del cartero, quien pierde la correspondencia semanal de la portera. Esta, enojada, grita al frutero, que desconcertado, no solo no acierta con el pedido, sino que casi espachurra a una rana. Para evitar este trágico desenlace, el guardia de Tráfico sopla el silbato con tanto ímpetu, que se cae en el jardín del señor Romero y aplasta sus flores exóticas.

Todo esto ocurre a un ritmo vertiginoso, mostrándonos, de este modo, la fragilidad de la armonía social y cómo el caos puede originarse en un hecho, tan inocente y nimio, como el llanto de un niño.

No obstante, y como si se tratase de las dos caras de una misma moneda, la historia de Charo Pita también nos descubre lo sencillo que puede ser solucionar esta cadena de "pequeñas tragedias" (el niño deja de llorar en cuanto el vecino de abajo le lee un cuento) y restablecer la cordialidad en el vecindario: con unas flores y un cortés ¿se encuentra bien?

Este cambio proviene de las recomendaciones amables del señor Romero: "son pequeños gestos, pero importantes en su menudencia", destaca la escritora, quien hace hincapié en el valor de las palabras "afables, apaciguadoras, contagiosas... que tienden puentes".

Charo Pita construye La calle del Puchero como una de esas historias de vecindad, donde las relaciones entre sus miembros van cambiando "del individualismo a la fraternidad, del más puro egocentrismo a la más amplia solidaridad". De este modo, sus múltiples personajes "alternan lejanía y proximidad, tristezas y alegrías, enfados y reconciliaciones". "Como el mismo dinamismo que tiene la vida", resume.

Precisamente, el final del cuento se corresponde también con el discurrir cíclico de la existencia humana:

Pues, ¿qué cuento le contó el vecino al niño para que dejara de llorar?
- El de la calle del Puchero, donde vivía el señor Romero... ¿Quieres que te lo cuente de nuevo?

Por su parte, el ilustrador Massimiliano di Lauro destaca el tono "divertido" del texto de Charo Pita, "muy adecuado para los más pequeños", aunque apunta que esto último ha supuesto un "reto difícil" para él, porque no está acostumbrado a dibujar para este tramo de edad.

Por este motivo, en este álbum ha trabajado mucho su técnica para conseguir un estilo más depurado, donde ha eliminado todos los elementos innecesarios. Con este objetivo, ha simplificado los personajes y la variedad cromática y ha construido "planos y luminosos, jugando con los contrastes".

Para la construcción de los personajes, se inspiró en los álbumes ilustrados de los años 50. De este modo, ninguno tiene contorno -excepto en la cara y en las manos- y únicamente están compuestos por colores y texturas, difuminándose incluso en la parte inferior de la página.

En cuanto a la ambientación, el artista italiano recreó la atmósfera de una ciudad pequeña como en la que vive, Trani, por lo que algunos de sus conciudadanos podrán reconocerse en el álbum.
Como es habitual en Massimiliano di Lauro, también en este trabajo se puede disfrutar de divertidas historias paralelas: la de la vecina haciendo deporte en casa, el caniche negro que se escapa e incordia al gato azul...

Para finalizar, el ilustrador nos descubre una referencia muy interesante: el personaje del vecino que finalmente lee un cuento al niño está inspirado en un conocido pianista italiano: Giovanni Allevi.

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