La Gran Guerra se decidió en el Atlántico, pero tres décadas después la lucha marina se extendió a todo el globo. El acorazado se vería destronado de su puesto como buque principal por el portaaviones, pero, más allá de las batallas espectaculares, la lucha la librarían cruceros, destructores, submarinos... jugando un ajedrez mortal sobre los océanos.