Dolo Vidosa de nuevo nos sorprende, con independencia de dudas e interrogantes a menudo incontestables, abandona por instantes la poesía y nos introduce (en ese pequeño recipiente del tiempo pasado) que en este caso refleja la niñez. Como hábil fotógrafa, en estos relatos, también pequeños en extensión, sabe captar la luz y el tiempo de la inocencia a secas, sin ruidos externos.
Cuando todo era arena bucea en la infancia, en la suya, en la de todos nosotros, y congela emociones y vivencias aparentemente desvaídas, conforma todo un compendio de recuerdos que fueron y que ahora renacen a partir del clic casi mágico de la página primera.