No todos los pastores vienen del campo, ni todo el mundo que vive en las ciudades sigue el rebaño. Lo que está claro es que para ser pastor hay que amar a los animales. Así es como Merlès, la protagonista de esta historia, empezó a interesarse por la profesión a la que ha acabado dedicando su vida. Después de hacer sus estudios de ingeniería agrícola, acabó montando su propia granja sostenible de cabras, a las que pastura en plena naturaleza y extrae leche para hacer quesos. No fue fácil, pero no dejó que se le hiciera una montaña. Su juventud y forma de ser contrasta con los estereotipos que podemos tener sobre este trabajo. Tampoco todas las granjas son iguales, las hay que siguen un modelo de ganadería intensiva y las que mantienen un equilibrio natural del medio y se fijan más en el trato a sus animales. Merlès es de esta última clase de pastoras.