En las letras del flamenco hay un poso de rebeldía, fruto de un origen de persecución y marginación. Arte oral, preservado durante mucho tiempo en el seno de las grandes dinastías gitanas andaluzas, se ha transmitido de generación en generación, fundamentalmente en el ámbito familiar y en el barrio.
Del duro trabajo en el campo y las noches en vela cantando para los señoritos en las ventas, los flamencos pasaron a los tablaos y los festivales veraniegos, y después a los teatros. Hoy, los profesionales del arte jondo gozan de mayor consideración social que nunca, aunque en el camino se hayan perdido muchas cosas.
La crónica de esta evolución la hacen aquí sus propios protagonistas: Antonio Mairena, El Sordera, Farruco, Juan Habichuela, Juan Varea, Rancapino, Fernanda de Utrera, Enrique Morente, Paco de Lucía..., figuras incuestionables del flamenco cuyos testimonios ha recogido Alfredo Grimaldos en este libro que, con ritmo periodístico y rigor en clave de tragicomedia, transita desde la pena de la seguiriya al envolvente compás de las alegrías de Cádiz.