Lo que veía Bacon y cómo pasaba por la picadora de su imaginación son cosas que sólo llegaremos a saber en parte. Ésa es seguramente una de las razones fundamentales por las que sus imágenes continúan atormentándonos y burlándose de nosotros. Pero el archivo de su ojo tenía una existencia cuantificable y material en los estudios que utilizó, sobre todo en el estudio de Reece Mews, en South Kensington, que fue el centro de su vida laboral durante treinta años. […] la experiencia de entrar en el estudio, aunque apenas fuera durante unos minutos, era electrizante. El aura que emanaban las decenas de cuadros memorables que se habían creado allí se veía acentuada por la sensación de que los que aún estaban por venir flotaban de forma perceptible en el ambiente. Era casi como si el estudio, tendido como una trampa, con todo tipo de señales y documentos sugerentes, fuera capaz en sí mismo de engendrar nuevas imágenes. Michael Peppiatt